28.1.04

No estoy intentando construirme un universo diminuto. No quiero que la niña que me espía detrás del interruptor intenet suicidarse una vez a la semana (de hecho, esta, ya van dos). No pretendo que el señor en cuyo ombligo quiero ser guaradada me ame convenientemente cuarenta y ocho horas seguidas y calle cual difunto las setenta siguientes. No voy a contaros cosas sobre la chica (odio la palabra, pero es demasiado lista para ser niña y demasiado buena ser mujer) que teme ser pisada y aplastada mortamelmente con determinada frecuencia. Y no os presentaré a otros personajes como el niño al que le cuesta más que a mi mantener la boca cerrada (y, aunque suene fatal, siempre conmigo dentro) para poder recurrir a ellos cuando nada tenga que decir.

O si.