29.1.04

Hoy me he cruzado con Caperucita roja por la calle. Me ha costado reconocerla, porque parecía estar ligeramente embarazada. Por un momento he pensado que esta vez habia sido ella la que se había comido al lobo.
Sí, ya sé que se un poco ingenua.
Probablemente se había comido a la abuela.
Si es que se empieza yendo por el camino del bosque...

28.1.04

No estoy intentando construirme un universo diminuto. No quiero que la niña que me espía detrás del interruptor intenet suicidarse una vez a la semana (de hecho, esta, ya van dos). No pretendo que el señor en cuyo ombligo quiero ser guaradada me ame convenientemente cuarenta y ocho horas seguidas y calle cual difunto las setenta siguientes. No voy a contaros cosas sobre la chica (odio la palabra, pero es demasiado lista para ser niña y demasiado buena ser mujer) que teme ser pisada y aplastada mortamelmente con determinada frecuencia. Y no os presentaré a otros personajes como el niño al que le cuesta más que a mi mantener la boca cerrada (y, aunque suene fatal, siempre conmigo dentro) para poder recurrir a ellos cuando nada tenga que decir.

O si.

27.1.04

La niña que me vigila desde detrás del interruptor ha vuelto a intentar suicidarse.
Esta vez se ha roto la nariz con el cargador de mi móvil.
Espero que ahora no le de por roncar.

26.1.04

Tenemos un problema. Las dos. La diminuta analógica y la digital. De hecho, se trata de un problema recíproco: el inconveniente de la diminuta analógica es la digital y vice versa (¿viceversa?). Algunos lo llaman esquizofrenia.
El caso es que el señor doctor me ha recomendado que las mantenga alejadas la una de la otra, no sea que se maten.
Y yo siempre obedezco al señor doctor. Así que rogaríamos a los lectores analógicos un exiguo (no puede ser de otro tamaño) favor: no os refiráis nunca a la otra.
¿Cómo que la otra?
Pues la que no es la una.
¿Y por qué eres tú la una?
Yo no he dicho que lo sea.
Ahora no me trates como a una loca.
¿Veis lo que pasa?
Claro que lo ven, son grandes, no imbéciles.

(ah, sí, y tampoco le deis de comer después de la medianoche).

Se supone que soy de letras (minúsculas, claro).
Pero creo recordar algo de que la estabilidad de un cuerpo depende del tamaño de su base, y de las distancia entre el centro de gravedad y los bordes de dicho cuerpo.
No sé hasta que punto se puede aplicar la física a las decisiones y conclusiones (aunque sean las decisiones y conclusiones de un ser diminuto, que vendría a ser casi casi como una partícula elemental, ¿no?), pero supongo que sabéis lo que estoy tratando de decir.

Que me caigo de mí misma todo el rato, vaya.

25.1.04

Diminuta es, actualmente, un ser cabreado consigo misma
(aclaro porque a veces diminuta también es un ser sutil en exceso).

Diminuta es un ser imbécil: tan pequeña que siempre se enreda en sí misma.
Diminuta es un ser mentiroso que sólo aparenta cuidar a todo el mundo para que todo el mundo la cuide a ella.
Diminuta es un ser que decidió ser minúsculo creyendo que así las responsabilidades del mundo la ignorarían, sin darse cuenta que lo único que conseguiría era que todo (chalecos incluidos) le quedase aún más grande.
Diminuta es un ser egoísta que sólo quiere ser guardada en un ombligo para ser el centro de algo.
Diminuta es un ser ficticio que sólo vive para ser narrada, brevemente.
Diminuta es un ser proporcionalemente incoherente capaz de llorar lágrimas tan grandes que puede ahogarse en ellas.

Y es porque son aros, y son de cebolla.

24.1.04

Creo que voy a suicidar diminuta: al verlo todo desde abajo, creí que mis ideas eran más grandes.
Aún no sé si tirarla de una silla o darle dos aspirinas infantiles.

Me he dado cuenta (bueno, creo) que sólo sé pensar para escribir lo que pienso. No soy capaz de pensar para decir las cosas con mi párvula boca.
No soy capaz de pensar las cosas para pensar las cosas (para tener una pequeña idea del mundo).
Y no sé si soy capaz de no pensar las cosas.

Y mi pregunta es: ¿me habría dado cuenta si no tuviese pensado escribirlo?

Uno de los problemas de ser diminuta es que es muy díficil tener alta la moral.
Aunque quizá si encuentro un par de Mayúsculas en las rebajas...

22.1.04

Y tras el chascarrillo...

¿por qué desaparecen las cosas?¿por qué?¿por qué?¿por qué?
¿por qué no se quedan en su sitio?
y si se quedan en su sitio
¿por qué ese sitio no se queda en tu memoria?
¿por qué los aros de cebolla se llaman aros de cebolla? (nunca hay que dejar pasar la oportunidad)

No he podido resistirme: mi voluntad es tan pequeña.

lo dijo diminuta con la boca pequeña a las 5:49 PM.

21.1.04

Yo de mayor quiero ser diminuta.

20.1.04

Las noches son muy largas cuando eres diminuta. A los de tamaño normal les asaltan las dudas cuando no pueden dormir (dicen). A mi me asaltan los palíndromos:
Odio la luz azul al oido.
Así al oír a por ropa rió la Isa.

Indudablemente, la larga noche, acabó como empezó: despierta.

18.1.04

Hay reflexiones tan diminutas que caben dentro de un paréntesis, así que cuando se acaban, se cierran sobre sí mismas y desaparecen del sentido de la vida. Digo de la frase.

Ya sé qué pensar: París no se acaba nunca.

Dicen que París no se acaba nunca.
No sé qué pensar.

17.1.04

Conozco personas más grandes (no mayores ni menos diminutas) que yo, que tienen miedo que alguien los pise y los mate.
Adoro a esas personas.

16.1.04

¿Creiais que me había comido la lengua el gato?
¿Cómo queréis que el pobre del gato acierte a morder sólo mi diminuta lengua?

15.1.04

El problema de los días que no hace sol no es que no haga sol.
El problema de los días que no hace sol es que no puedo verlo todo rosa. Y no es una bonita metáfora sobre la felicidad: es que los cristales (más apropiado sería vidrios, quizás) de mis gafas de sol son rosas.
El problema de los días que no hace sol no es que no tienes excusa para ir mirando el mundo en rosa.
El problema de los días que no hace sol es que como no llevas las gafas rosa (y por algún mecanismo retiniano de compensación de colores complementarios) lo ves absolutamente todo verde. Y no es una cromática metáfora sobre el pesimismo.

El problema de los días que no hace sol es que sólo puedo beber Heineken.

14.1.04

Necesito urgentemente ser guardadada en el ombligo en el que quiero ser guardada. Necesito no ver nada, no oir nada, y saber que soy más diminuta de lo que quiero ser. Necesito la conciencia de mi ínfima dimensión e importancia dentro del universo que dicen que se descubre cuando se va al desierto. Pero yo la necesito dentro de un ombligo, porque dentro de un ombligo no se puede hacer absolutamente nada para nada. Solo dejar que te lleven allí, calentito y blando. Sólo porque eres diminuta.

Me encantaría contar una bonita historia de esas con principio, nudo y desenlace. Una que empezase con "Érase una vez". Me encantaría contaros un cuento para que os durmieseis. Uno protagonizado por Blancanieves, o la princesa de la boca de fresa, o la que quería la luna, o por la quinta hija del capitán, o por Bess McNiell, o por la novia de Humbert Humbert. O por cualquiera de todas las niñas que recuerdo que he sido desde que me conozco.
Pero soy tan diminuta que mi literatura se reduce a anécdotas.
Así que sólo os contaré un secreto: comieron perdices.

Izquierda y derecha son como Mary Kate y Ashley Olsen.
Ergo me toca el papel de padre despistado.

¡Basta!¡Basta!No me obliguéis a poner más lavadoras, confieso.
Ayer me pasé el día pegadita al ordenador.

13.1.04

Desde que era aún más pequeña me han advertido del doloroso paso del tiempo ...que envejeceré ...que me arrugaré ...que puede que crezca y deje de ser diminuta.
Pero nunca nadie avisa (para que están los mayores, me pregunto) de que con el tiempo (por favor, sonido: tic-tac, tic-tac...) pasan las letras... una tras otra, inexorables,... y las Lolitas se convierten siempre al final solo en loquitas. Y en poquitas.

Siendo tan pequeñita como soy, sólo puedo ser de mentira.
O no.

Poseo en concepto de herencia ancestral un hermoso monedero de fina malla de oro (bueno, bastante brillante, al menos) que podría convertir en Cenicienta a cualquiera que lo tuviese entre sus delicados dedos.

Pero no tiene un solo euro dentro.

Yo ya casi no pesaba hacer fiesta para celebrar este diminuto mes que llevo viva, pero he recibido un regalito (no menosprecio: absolutamente coherente con mi tamaño). Resulta que me leen más allá de mis fronteras amistosas. Y a algunos hasta les gusta (es un plural impersonal).
Total, que esta vez (vistas las quejas del bautizo) os dejo gin tonics, peppermints frappés y demás exquisiteces. Para el público más de a pie tenemos pinchitos de plátano con nocilla.
Right this way, ladys and gentlemen.

12.1.04

Me veo prolija hoy.
Pero tengo una última duda (permitídmela, no seáis malos): ¿confieso o no confieso? (aclaración para mentes calenturientas: me refiero a la existencia de este mi bonito y pequeñito mundo digital).

Ahora entiendo a Hamlet. O no.

Si vas a París, papá...
¿Cuidado con los apaches? Nunca fui capaz de saber si se refería a los indios o si había allí una eme que yo era incapaz de oír (lo cual tiene mucho más sentido: ¿quien no conoce la extensa y peligrosísima población parisiense de mapaches?)

(En teatro se le llama alivio cómico y sirve para que el implicadísimo público no perezca en la platea de un infarto -con todos los inconvenientes y gastos que ello ocasionaría- al ser incapaz de soportar el terrible destino fatal de su querida protagonista. Por otro lado, tuve un profesor de teatro que decía que si el público se reía en los alivios cómicos, es que eran unos ignorantes. Y otra digresión a la digresión: estoy tan trascendental que le voy a dedicar todo esto al señor en cuyo ombligo quiero ser guardada).

La coherencia te es una cosa bien complicada: ¿se trata de ser coherente con los pensamientos propios o con los ajenos?¿Con las ideas o con los comportamientos?¿con las decisiones puntuales o con las eternas (ya se sabe: cortarse un pie y demás)?
Y es que viéndome yo en el brete de decidir cosas complicaditas (no más de lo que mi estatura me permite), quise guiarme por la coherencia, y resultó que la coherencia me llevaba inexorablemente a comportarme o a pensar de manera incoherente.
Decidí entonces ser racional, analítica, cuantitativa incluso: y sucedió que las listas de pros y contras de absolutamente todas las opciones estaban desesperadamente equilibradas.
Quizá ya habéis completado la trilogía y penséis que finalmente decidí ser pasional, visceral, mismamente hedonista, pero herráis.
Estoy intentando ser diminuta (que no es tan fácil como parece) pero la maldita incoherencia de la coherencia supone que comportarse diminutamente es absoluta y totalmente contra`producente para seguir siendo diminuta.

¿Me explico?

11.1.04

Ay, diminuta: otros dos minutos de remordimiento como poco.

Resulta ciertamente increíble que una boca tan pequeña como la mía sea imposible de mantener cerrada.
Y lo es.

¿Donde están mis amigos?
¿Qué gracia tiene hacer las cosas que hace diminuta si luego no hay nadie a quien contárselas?
¿Por qué los aros de cebolla se llaman aros de cebolla (lo siento, no he podido resistir)?

En Amsterdam hay unos barcos que se dedican a sacar del fondo de los canales las bicicletas que se han ido cayendo y suicidando y llenando de barro y óxido desde sabe dios hace cuánto tiempo.
Hay cafés que hacen exactamente lo mismo: de repente te encuentras una garra gigante arráncandote por la boca, también llenísima de barro, desde el fondo de tu infancia, la palabra bribón.
Deberían prohibir esos cafés, digo barcos.

10.1.04

Pues eso: dos minutos de remordimiento.

Cual Agustín Díaz-Yanes (Llanes?) me hallo (hayo?), sin noticias de Dios.
Cual Eduardo Mendoza, sin noticias de Gurb.
Cual diminuta, sin noticias del señor dueño del ombligo donde quiero ser guardada todo el rato.

9.1.04

Estoy empezando a preocuparme. Puede que dentro de poco la diminuta analógica empiece a contagiarse de esta bonita afición de la diminuta digital de dejar renglones en blanco para que las risas dejen oír el colofón. Y a lo mejor el público de la diminuta analógica no se ríe. Y entonces sólo parecerá un pelín más autista de lo que ya parece. O ligeramente menos inteligente. Y nosotras no queremos eso.

Una de las infinitas ventajas de ser diminuta es que esta condición limita también mis dimensiones morales. Vaya, que si me doy cuenta de que soy un fraude lo máximo que me puede caer son dos minutos de remordimiento.

Pero no se me ve detrás del volante.

8.1.04

"Y entonces los árboles de cristal de colores se vuelven tristemente opacos, y los puentes de porcelana china se hacen añicos y de dejan llevar río abajo, y todos nos damos cuenta de que los relucientes tejados de Ping siempre habían sido de oro falso".
He aquí un pequeño autoplagio de un plagio de mi talentosa infancia, para evitar escribir cursilerías sobre las diminutas lágrimas que sin motivo aparente (quizás es tan pequeño que ni se ve, quién sabe) rondan todo el día por mi cabecita.

Nada que un buen (si alguien sabe la respuesta que la escriba aquí) no pueda remediar.

7.1.04

Sucede que cuando no estoy, no soy diminuta. Y cuando estoy, soy diminuta porque no estoy. Vaya, excusas por el retraso.

4.1.04

Tanta cerveza en mi diminuto cuerpo y ningún señor para lamerla. Ays.

1.1.04

Punto uno: he recibido (en realidad era una noticia de última hora, que llegó antes de la nochebuena, pero estoy ligeramente desconectada) un maravilloso regalo de Navidad: un (actualmente he visto que ya son dos: ays, que felices fechas) enlace. Puedo decir que por fin Papá Noel se acuerda de mí.
Punto dos: lo que tiene el no salir; he recuperado la tradición concierto de Año Nuevo por la tele, y van y no tocan ninguna de las que conozco, que no son muchas. ¡Estos vieneses! El año que viene me apunto a la bendición urbi et orbe (suponiendo todo lo suponible, sí).
Punto tres: ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji (esto olvidando que escupí las uvas en tres tandas).

Y el propósito de año nuevo que no falte: recuperar el ritmo en cuanto tenga suficientes obligaciones que aplazar.