29.4.04

Hoy volvía a casa caminando y me ha parecido que todos los semáforos se me ponían en rojo. Sí: he sido consciente de que todos se ponían en rojo.
Nunca había tenido tal revelación.
El problema fue que no pude saber si alguna vez he tenido consciencia de que siempre estuvieran en verde.
Pero no es una metáfora urbana sobre la felicidad, sino un feliz relato de la urbanidad.
O "el semáforo en rojo": el gran mecenas de nuestros días.

La otra noche, recibí una amable invitación de asilo político –por no decir neurológico- del dueño del ombligo en el que quiero ser guardada. Y allí me aposenté.
El problema ahora es que he empezado a mordisquear los bordes y no creo que pueda evitar convertirlo en un palacio.

28.4.04

Ni siquiera cuando llueve mucho y voy andando y piso las rendijas entre las baldosas y mis zapatoz rojos resbalan, me caigo desde tan alto.
Es algo que quiero aprender antes de que acabe Abril (por aquello de las aguas).

Agenciarse el criterio musical ajeno cuando una carece de propio es tan justificable como robar pan para comer -se dijo diminuta mientras el volumen de la última canción expropiada silenciaba la idea de que a ella el pan siempre la había dejado indiferente.

27.4.04

El anterior experimento sobre el tipo de agua salada más adecuada para cocer el marisco queda suspendido hasta nuevo aviso y será sustituido por el proyecto de autocontrol: "No te ahogues en los escupitajos".
Disculpen las molestias.

Dicen que para que el marisco esté rico, hay que cocerlo en agua de mar.
Yo estoy ideando un experimento - de hecho, recabando materiales- para cocerlo en un mar de lágrimas.
¿Alguien sabe a cómo va la nécora?

Uno de los inconvenientes de ser diminuta es que mi sesenta por ciento de líquido soporta, evidentemente una mucho menor disolución de sal que el sesenta por ciento de líquido de una persona de tamaño normal. Lo que significa que me saturo con facilidad, y como las sal debe ser expulsada de mi organismo, pues segrego lágrimas con demasiada frecuencia.

Pero no tengo que pagar en los museos.

26.4.04

Ultimamente no puedo apartar de mí la sensación de que Diminuta, como el capitalismo, lleva en su existencia el germen de su propia destrucción.
¡Oh, funesta grandilocuencia!

25.4.04

Y una es diminuta y cojonera, pero por mucho que lo intente no puede volar.

Dicen que hace trescientos sesenta y seis días una niña de tamaño normal con la boca pequeña topó inseperadamente con el beso de un príncipe que iba a cazar focas. Como en los buenos cuentos, la niña empezó a menguar y menguar (a la par que investigaba clandestinamente sobre el culpable) y a los tres meses la niña de tamaño normal con la boca pequeña ya no era una niña de tamaño normal con una boca pequeña. Se había convertido en la niña diminuta (con la boca aun más pequeña) que nadie le permitía ser. Y colorín colorado, el cuento aún no ha acabado.
Y dicen los oráculos que aquella niña celebrará mientras le dejen el aniversario de la revolución "dos cravos" como si fuese tal hito el que hizo que su mundo fuese infinitamente mas grande.
No se he encontrado mención alguna a las perdices.

24.4.04

Mi cultura religiosa es escasa, pero creo haber oído en alguna parte que el sábado fue hecho para el hombre.
Una vez más, no me tuvieron en cuenta.

23.4.04

Ha pasado exactamente un año desde hace un año. Lo celebro.
Dentro de dos años sólo habrán pasado dos años.
Pero yo soy de letras.

22.4.04

No he pensado esto antes de escribirlo.
No he pensado nada, creo.
No se si soy diminuta.
No me decido a comparme unas sandalias que luzcan mis bellísimos y escasos pies bajo la lluvia -aunque nadie cante.
No se nada, mucho menos lo unico que quiero saber.
No tengo ganas de.
No tengo.

Pero juraría que hoy estoy de no.

O no.

21.4.04

La que suscribe ha declarado en mas de una ocasión ser de letras (minúsculas).
Condición que sin embargo no le impide imaginar una existencia en la realidad verbal equivalente a la de la antimateria en la realidad física. Llamémosle no-concepto.
Y dediquémosle este no-post.

20.4.04

Una es diminuta como un grano de arena.
Y los granos de arena siempre se quedan a vivir en los bajos de los pantalones, para que alguien los reencuentre cuando menos se lo espera.
Y los granos de arena siempre se pegan al cuerpo y se meten en el conducto auditivo molestando sutilmente los pensamientos.
Y los granos de arena siempre acaban en una botella de fontvella con otros millones de granos de arena.
Y no sé a donde quiero llegar.

12.4.04

Me vais a tener que perdonar.
He estado tan ocupada siendo diminuta que me he olvidado de ser diminuta.

2.4.04

Y golpeé tres veces los talones de mis chapines rojos (de la talla 30, off course) mientras decía: "Se está mejor en casa que en ninguna parte se está mejor en casa que en ninguna parte se está mejor en casa que en ninguna parte".
Y (saltándome alguna que otra coma pero nigún semáforo), en ello estoy.
Aunque no tengo ni idea de donde está Totó.