Un código de barras puede ser la cosa más triste del mundo.
Si lo entiendes.
Lloro.
Y te quiero.
Y no sé qué más quiero.
(doy vueltas dentro del ombligo como un hamster en su ruedecilla,
y no me preocuparía si la jaula no estuviese tan lejos,
o si la metáfora incluyese al tambor de una lavadora que me dejase blanca y radiante).