9.10.04

Ayer diminuta se veía invadida por la pereza.
Hoy cree más en la aspereza.
Y en la imposibilidad de ser diminuta sin ser, ya no ignorada, si no vapuleada por los estornudos de los bien dimensionados.
Habitando la duda de si el ombligo no será una burbuja de saliva que no ha acabado de salir de la boca.
Desafiando su atomicidad para ser digital, analógica, física y metafísica, y casi sobreesdrújula.
Atragantándose consigo misma y aguantando los escupitajos ajenos.

Y desistiendo, que es gerundio.